domingo, 26 de agosto de 2012

LAS MENTIRAS



Tengo una amiga enfermera. Ayer me contaba que habían tenido un paciente que les había contado como había sido su vida. Ella le creyó. Pasado un tiempo, se enteró por el siquiatra que era un mentiroso compulsivo. Se inventaba su vida para eludir la cárcel, estaba en busca y captura. Se creía sus propias mentiras hasta el punto de sufrir crisis de rigidez muscular y quedar hecho un feto de la tensión.

Parece ser que no lo hacía a caso hecho, sino que era una respuesta de su organismo a una vida de contradicciones, mentiras y engaños. No tenía familia, ni amigos, ni pareja. Y la verdad, no me extraña conociendo todo esto.

Cada día me quedo sorprendió de cómo somos las personas. Hablo con la gente y veo como se engañan. Como hacen juegos sicológicos para no estar en la realidad.

Nos mentimos, nos engañamos, jugamos a ser lo que no somos. Y esto no es malo en sí. Lo malo es que nos creemos nuestras propias mentiras, nuestros propios juegos y esto hace que nos volvamos más disgregados. Más difusos, perdidos, vacíos de energía.

No saber lo que somos, no saber lo que queremos. No saber lo que necesitamos para sentirnos llenos nos impide permanecer compactos, unidos, integrados. Formando un solo ser.

Cuando no estamos en el presente, en el ahora con sus alegrías y sus tristezas, nos separamos poco a poco de la vida, de la existencia. Nuestra energía se difumina en el universo y nos cuesta mucho recuperarla.

La forma más habitual de gastar la energía y evitar el presente es usar los pensamientos. Estos hacen que nos perdamos en una maraña en la cual caemos, nos hundimos y nos perdamos nuestro paso por aquí.

Los pensamientos vienen y van. Según mi punto de vista hay una diferencia entre pensar y el pensamiento. Parece un proceso y un resultado. Pero para mí no es así.

Pensar en un proceso que sucede, que se desarrolla. Usa nuestra creatividad. Este verbo suele aportarnos gratificación, alegría, soluciones. Es un fenómeno que se desarrolla. Sabes dónde comienza pero no hasta dónde puede llegar. Se desarrolla en el presente.

Por el contrario. Un pensamiento es una cosa cerrada. No permite flexibilidad. Tiene principio y fin. No nos ayuda. Es rígido. No está sujeto al cambio. Por eso mismo no es un fenómeno. No es un proceso que se ajusta al presente. Un pensamiento es un nombre y pensar es un verbo.

Siempre he oído que primero fue el verbo. Nunca entendí que significaba esto. Ahora me doy cuenta a lo que se referían. El verbo es estar haciendo, actuando y sólo se puede actuar en el presente. Yo no puedo jugar al futbol ayer. Puedo hacerlo ahora, pero no ayer. Igual pasa en el futuro. El verbo solo sucede en el presente. Solo se puede hacer ahora. Mañana no se puede actuar. Se actuara posiblemente, pero no se sabe.

El pasado ya se sabe pero nada se puede hacer en él. Ya sucedió. Sólo se puede actuar en el presente.

Vivimos en el pasado o tratando de de controlar el futuro. Vivimos creyendo que seremos mas felices, que así nuestra vida será más fácil. Pero no creo que esto sea así. Nuestra vida se vuelve más fácil queriendo controlar el futuro. No que no sabemos es que crear ese control nos causa infelicidad, dolor, perdida de energía, estar fuera de la realidad.

Y la realidad es que sólo disponemos del momento presente que un segundo después se ha vuelto pasado. El presente es efímero. Tan volátil que hay que estar muy atento a él o se escapará entre los dedos de nuestras manos como la arena de la playa.

El pensamiento hace que nos perdamos nuestro presente. Que no estemos donde nos encontramos y que no fluyamos con la vida.

El pensar es actuar ahora. Usar los recursos de que disponemos ahora mismo y de forma creativa para hacernos la vida fácil. Es un proceso abierto, cambiante, dinámico.

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