No sé por dónde empezar para hablar de un estado emocional
que casi todos conocemos. Sentirse confuso es más normal de lo que imaginamos.
Es un estado de intranquilidad, estrés, sensación de pérdida y desarraigo.
La confusión suele aparecer por querer mantener dos opciones
totalmente opuestas. Es decir, por un lado nos gusta esto y lo queremos. Y por
otro, nos gusta aquello y también lo queremos. Y a la vez ambas cosas son
incompatibles conjuntamente.
Tratamos por todos los medios de casar ambas, pero es tan
difícil que casi se convierte en imposible. Así que tenemos que optar por una. Al
elegir una opción la otra automáticamente queda descartada. El miedo a
equivocarnos hace el resto.
No saber que elegir hace que la confusión se apodere de
nuestros corazones y nos atrape en una espiral que afecta a la totalidad de
nuestra vida.
Buda nos habló del camino del medio. Es decir, permanecer en
el centro. Ni para un lado ni para el otro. Esto a mí a veces se me hace muy
difícil de mantener y sólo saliéndome o manteniendo la distancia de ambas
opciones me permito conseguirlo.
El equilibrio sería la mejor opción. Pero mantener ese
estado hace falta un conocimiento de uno mismo
que rayaría la iluminación búdica.
Supongo que con la ausencia de deseos te puedes salir de ese juego de
tener que elegir. Entonces uno tendría que adquirir una confianza sobre sí
mismo y sus capacidades, así como sobre la existencia que rayaría lo divino.
Por desgracia para mí, me doy cuenta que todavía no estoy en
ese estado y en ocasiones la confusión se apodera de todo mi ser.
Con el tiempo y siendo consciente de mi propia confusión, me
he dado cuenta que en el fondo y si se esta abierto no es un estado tan malo.
Normalmente, cuando entro en confusión, suelo estar ahí
varios días. Con el tiempo y quedándome, sucede una cosa muy curiosa. Algo dentro
de mí se aclara. Algo dentro de mí coge sentido para mi existencia.
Visto desde mi punto de vista, considero que la confusión es
un estado en el cual, si nos permitimos estar y atravesarlo completamente, nos
enseña algo que es de vital importancia para nuestra vida actual. Nos permite
dilucidar algún estado, deseo o necesidad genuina que nos hace madurar y crecer.
Por el contrario, si queremos huir de ella, a la confusión
le añadimos el miedo. Esta mezcla hace que entremos en neurosis, levantemos
resistencias y dejemos de ser nosotros y nos convirtamos en un subproducto,
falso y estéril.
Asemejo la confusión a esta situación. Imaginemos que
estamos al sol y nos dejan caer un cubo de agua que nos empapa completamente. Si
corremos podemos resbalar, caer al suelo y ensuciarnos más. Por el contrario,
si nos tranquilizamos, nos tomamos nuestro tiempo y dejamos que las leyes de la
naturaleza actúen, ósea, el sol nos caliente. El agua se evaporará por sí sola y nos quedaremos más limpios que
antes del calderazo.
Esta es mi visión de la confusión. Esto no lo he visto por
casualidad, sino porqué una y otra vez me he dejado llevar por ella y me ha
atenazado en múltiples ocasiones y ya conozco su funcionamiento.
Buda dijo que cuando el agua está turbia, siéntate a esperar
y ella sola se aclarará. Por experiencia estoy totalmente de acuerdo con él.
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