La otra persona se sintió dolida, cogió la puerta y se
marchó. No fui a por ella. Al rato volvió cogió su móvil y se marcho
nuevamente.
Yo me encontraba en shock. No sabía qué hacer, que decir y
necesitaba tiempo para reaccionar que no tenía. Mi respuesta fue dejarla
marchar, libre de decidir si quería volver o no. No volvió.
Me senté a meditar y sentía confuso. Sentía que no tenía los
pies en la tierra. Me sentía en una nube y no conseguía aclarar mi cabeza.
Deje que el tiempo pasase, pero seguía sin tener la cabeza
despejada y ver que quería, comprenderme y comprender a esa persona.
Por la tarde hablamos por teléfono y nuevamente nos vimos
por la noche. Cenamos, charlamos y aún así seguía sintiendo que algo había
cambiado en mí con el portazo de la mañana que no lograba aislar para tomar
consciencia de él. Así que como no sabía qué hacer, pues profundice más en la
discusión. Dije cosas que no sentía, pero que tenía que decir para descubrirme.
Sé que le hice daño al comentarlas. Fue muy egoísta por mi parte, pero no podía
desaprovechar la oportunidad ya que si no se me volvería a repetir la situación
hasta que no aprendiese de ella.
En este tiempo me di cuenta que la situación no era la primera
vez que se me representaba y en las ocasiones anteriores no había aprendido de
ellas. Así que sé que se me volvería a presentar si no la resolvía en esta
ocasión. Solo metiéndome hasta el fondo en ella podía salir de esa espiral de
comportamiento insano para mí.
Al día siguiente hablamos y yo me lie más. Me sentí más
confuso, perdido y sin encontrar lo que buscaba. Escuche a la persona
explicarse y en una ocasión dijo una frase que me llamo mucho la atención. La
frase fue: “es que eso no es de un hombre de cuarenta años”. Esto lo decía por
varias cosas, pero me despertó ella sola, concisa y directa.
Me pregunté cómo es que me impacto ese conjunto de palabras.
Me di cuenta que estaba haciendo cosas para sentirme joven, para no sentir que
estaba en la etapa adulta de una persona. Estaba yendo contra natura. Estaba
fuera de mi etapa natural de la vida de una persona. Quería ser un chaval con
cuarenta y dos años. Esto es totalmente neurótico, fuera de la realidad. Esta
fue la clave de toda la situación.
Darme cuenta de esto me puso los pies en la realidad. En mi
verdad, en el presente. Esto es para mí ser consciente de mi vida. Saber donde
piso, donde estoy y que estoy haciendo. Me ha dado perspectiva de tener en
cuenta a los otros y a mí mismo. Respetarlos, amarlos, protegerlos, dejarles
libres para que vivan su vida.
La situación que a lo largo de todos estos años se me ha
repetido una y otra vez se ha resuelto encontrando lo que me quería enseñar.
Ahora me pregunto ¿esto mismo nos pasara a todos, como la resuelve
cada uno o siguen envueltos en la espiral insana que nos impide crecer?
Con esa persona volví a hablar. La abrace, le di dos besos,
le di las gracias y ahora somos amigos tanto o más que antes.
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