Es aquel sentimiento o estado mental en el cual existe dolor
o desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, sea bienes, cualidades
u otra clase de cosas. La RAE la ha definido como tristeza o pesar del bien
ajeno, o como deseo de algo que no se posee.
Leyendo estas definiciones, me llaman la atención las
palabras dolor, desdicha, posesión, deseo, pesar y tristeza.
Antes de hablar de la envidia, me gustaría comentar que para
mí, el dolor, la desdicha, la posesión, el deseo y el pesar, forman parte de la
mente. Si somos capaces durante cinco minutos de no tener pensamientos. Nos
daríamos cuenta que estos sentimientos se diluyen ya que son generados por
estos.
Creo que los pensamientos nos hacen un flaco favor a
nosotros mismos y nos sumergen en estas emociones que nos causan dolor y deseo.
La mente, los pensamientos generan sentimientos. Si somos
capaces de moderar nuestra mente veremos que somos capaces de moderar todo esto
que sentimos y tanto daño nos hace.
Para la mente tiene sus consecuencias. Es cierto que nos
quita esas emociones de dolor, posesión y deseo- pero entonces nos quedamos en
el presente. Desaparece todo el juego que nos hace para embriagarnos con el
futuro. Además, desaparece la ilusión y la esperanza. Esto es dejarnos en el
vacío existencial. Nos deja con nosotros mismos. Y no hay mayor miedo que a
estar con nosotros mismos.
Entrar aquí es muy beneficioso y a la vez es tremendamente
peligroso para nuestro ego. Por eso hay que entrar adecuadamente y con la ayuda
de alguien en quien confiar.
Este vacío puede asustarnos tanto que lo tratemos de llenar
de alguna forma. Ya sea con bienes, dinero, sexo, diversión, etc. Si esto no lo
tenemos, tal vez lo deseemos de los demás. Así aparece la posesión, el ego. Si
no podemos conseguirlo, pues surge el dolor y la desdicha.
Querer poseer o tener lo que el otro tiene no es más que
tratar de querer poseer la alegría, la ilusión que vemos en el otro. Es una
fantasía que nos juega nuestra propia mente para creerse importante. Es cierto
que ella así se siente viva pero el efecto es el contrario. Nosotros nos vamos
debilitando, secándonos y muriendo por dentro.
Queremos alcanzar la alegría que vemos en los demás con sus
nuevas adquisiciones. Lo que no queremos ver es que si tuviésemos ese coche
nuevo, por ejemplo, no seríamos tan felices como creíamos antes de tenerlo, ni
conseguiríamos llenar ese vacío del que tanto huimos.
Esta alegría nos duraría poco ya que el coche es el deseo
del otro, no lo que deseamos nosotros. A esto hay que añadirle que no sabemos
lo que queremos de verdad. Cuáles son nuestras prioridades y nuestras
necesidades reales y creemos que lo que desean los demás es lo que nos haría
feliz a nosotros. Grave error. En vez de ser más felices nos metemos más de
lleno en el pozo de la infelicidad.
Desde mi perspectiva. La envidia nos muestra nuestras
carencias internas, existenciales. Cuanto más cosas deseamos más necesitamos
meternos en nosotros mismos, en nuestro vacío. Creemos que proyectando nuestra
felicidad en los deseos de los demás vamos a conseguir nuestra propia felicidad.
Pues no es así.
De todas las palabras que me han llamado la atención, hay
una de la que no he hablado. Es la tristeza. Esta palabra, esta emoción, si la
despojamos del pensamiento puede ayudarnos mucho para contactar con nuestro
ser. Para que seamos nosotros mismos y meternos en nuestro vacío interior.
La envidia es la cruz de una moneda. Si somos capaces de ver
la cara, que es lo que realmente nos muestra, funciona como un espejo. Podremos
encontrar la felicidad que tanto deseamos. Andamos equivocados buscando fuera
lo que está dentro. La envidia nos muestra el exterior, la cruz. Busquemos la
cara, el interior nuestro.
No es casual que estemos en ella. Es un síntoma de una
enfermedad profunda que hemos de resolver nosotros mismos.
Para mí, si se siente la envidia hay que profundizar más en
ella con consciencia. Descubrir de donde viene, a donde va y que la genera.
Todo esto se ha de hacer dándonos cuenta de donde estamos y de nuestra
realidad.
Ser conscientes de nuestro ser, de nuestros sentimientos y
de nuestro presente hace que descubramos nuestras necesidades y las vayamos
cubriendo. Al hacer esto nos sentimos satisfechos, llenos y con esto
alcanzaremos la felicidad.
No es pecado sentir la envida. Pecar, errar el tiro, es no
ver lo que nos está mostrando o proyectando de nosotros mismos.