jueves, 27 de septiembre de 2012

LA MUERTE


En múltiples ocasiones he oído hablar de la muerte. Yo mismo he hablado de ella alegremente. Digo alegremente porque no tenía consciencia de lo que realmente estaba hablando.

Es normal y no natural asociar la muerte a la terminación de la vida. Es el fin. Y es cierto, la muerte es el fin, pero el fin en muchos sentidos y no solo de la vida.

Podemos poner fin a la lectura de un libro y no por ello lo hemos matado, aunque si algo de nosotros se queda en suspenso, en el vacío. Es decir, lo que antes era pasa a no ser. Pasar a no ser es otro estado que no es ni mejor ni peor que el anterior, solo diferente.

Ser o no ser es lo mismo. Cuando estamos “vivos” somos. Cuando morimos no somos, aún así el conjunto sigue existiendo. La moneda con ambas caras sigue estando.

La muerte y la vida tienen sus paradojas. Conozco gente que está muerta en vida y muertos que parecen vivos más vivos que muchos vivos.

La muerte es necesaria para que exista la vida. Por ejemplo, un fuego forestal arrasa con la vida vegetal y animal, y sin embargo, si dejamos que la naturaleza siga su curso se regenera y da lugar a nueva vida.

Se puede tener una muerte existencial o de fragmentos de nosotros mismos. Muere la infancia y nace la juventud, muere la juventud y nace la madurez, y así sucesivamente. Fases de nuestra vida mueren y nacen otras nuevas.

A veces mueren relaciones y otras nacen. La vida está en constante cambio, todo esta en movimiento. Todo muere en un segundo. Estas vivo y un segundo después estas muerto. En esa fracción de tiempo se pasa de la vida a la muerte.

Estar muerto emocionalmente es estar fuera de la realidad. Es un sin sentido. Morir es normal, permanecer muerto es antinatural.

La muerte sicológica es necesaria, permanecer muerto es estar enfermo, confuso, perdido, con ansiedad, estresado, un sin sentido.

Todos hemos sufrido muertes emocionales y sicológicas y seguimos en la vida. Nos hacen fuertes, puros, sabios.

Con la muerte física sólo pasamos de ser al no ser pero la moneda continúa existiendo.

 

EL SILENCIO


El silencio es un lugar interior que nos permite encontrarnos con nosotros mismos. Estar en equilibrio.

Cada vez me cuesta más encontrar a personas que contacten regularmente con este estado. Por el contrario, huyen de él y desconocen el poder de sanación que tiene, aunque todos en algún momento de nuestra vida hemos necesitado estar en sus brazos.

En el silencio sanamos nuestro dolor, nuestro sufrimiento, nuestra alma. Es un aliado para el amor hacia nosotros y hacia los demás.

Estar en silencio interior es moderar nuestros pensamientos. Es darnos más importancia a nosotros que al mundo que nos rodea.

Estar en silencio es ver la realidad del presente, sin velos, sin fatasias, con la necesidad de mirar a la verdad directamente y sin escondernos.

Estar en silencio no es estar en soledad. Se puede estar en él y con las personas que nos rodean que nos aportan la compañía que tanto necesitamos.

Estar en silencio no significa que  no nos comuniquemos. Podemos decir mucho en ese estado tan nutritivo para nuestro ser.

Estar en silencio es volver a reencontrarnos con nuestro yo interior. Es volver a ser nosotros mismos.

Estar en silencio es mantener alerta nuestros sentidos de que disponemos. Es amentar nuestra consciencia y hacer que nuestra energía se mantenga unida, concentrada y en nosotros. Hace que no se desparrame por el universo y nos desenergetice.

Estar en silencio es no huir de nosotros y vernos tal cual somos.

Estar en silencio es comunicarnos con el universo.

 

viernes, 7 de septiembre de 2012

SOBERBIA

En latín superbia y orgullo del francés orgueil. Es querer tener siempre la razón aún sin tenerla.
Otros síntomas son: altivez, arrogancia, vanidad, etc. Como antónimos: humildad, modestia, sencillez, etc. El principal matiz que las distingue está en que el orgullo es disimulable e incluso apreciado, cuando surge de causas nobles o virtudes. Mientras que la soberbia se la concreta con el deseo de ser preferido por otros, basándome en la satisfacción de la propia vanidad.
Creo que de todos los pecados el peor es la soberbia. Ser soberbio te impide ver los demás y no poder ver este mismo. Que tomes consciencia de ellos y puedas hacer algo para modificar la conducta.
Ser una persona con soberbia impide que estés en contacto contigo mismo y con el mundo que te rodea  realmente muestras que tu vives en las superficie, en lo superfluo y que no tienes consciencia delo profundo de la vida.
Ser orgulloso tampoco es nada bueno para nosotros. Por orgullo no perdonamos cuando nos hacen daño. O no permitimos que los demás se puedan acercar a nosotros. Evita que digamos lo que sentimos y necesitamos. Y lo peor, impide que contactemos con nuestro interior y crea las mascaras y escudos con los cuales nos relacionamos con los demás. Estos escudos nos protegen y a la vez impiden que nadie entre sintiéndonos en una cárcel y en soledad.
La soberbia y el orgullo se asientan en el deseo, no en la realidad y lo peor, el soberbio es el último en enterarse de que no tiene razón. Como ya sabemos, el deseo pertenece al futuro y el por venir sólo esta en la mente. Así que  moderando los deseos de nuestros pensamientos podemos debilitar tanto a la soberbia como al orgullo.
También es cierto que ambos pertenecen a la incomprensión y a la ignorancia. Si escavamos un poco en las personas que lo padecen nos damos cuenta que no saben tanto o que son expertos en un campo peor ignorantes en muchos otros y con ella cubren esta falta.
Es imposible que una persona sabia sea soberbia. El hecho de conocer la verdad hace que te vuelvas humilde ante la impotencia que se siente cuando comienzas a comprender las fuerzas descomunales que hacen girar el mundo y el universo.
Todo surge del vacío interno que no queremos ver. De ahí nos  montamos todo un sistema de andamiajes para evitar ese agujero y al final creamos la figura falsa que nada tiene que ver con nosotros y lo peor, la mantenemos a toda consta con el consiguiente gasto emocional y energético.
Caer en el agujero es doloroso pero genuino. Estar en él es confuso y sufrido y a la vez nos sumergimos en nuestra verdad y en la realidad de la vida.
Ahí se nos caen todas las máscaras, todos los escudos. En el silencio interior todo se transforma y fluye de forma natural.
Según mi criterio, necesitamos meternos más en la soberbia con consciencia. Descubrir que queremos evitar con ella. Ver que si la sentimos no muy lejos está la humildad, la sencillez. De hecho, queremos mostrar esto último y nos sale una falsa humildad hacia los demás. Esto solo lo cree el que monta el tinglado ya que los demás lo calan rápidamente.
Como he dicho anteriormente, la soberbia es la peor y por eso la he dejado para el final. Esta nos impide ver los demás pecados y por ellos la peor. Una persona así es muy desgraciada en su interior. Además, le impide pedir ayuda para poder salir de donde se encuentra encerrada lo que multiplica el dolor.
Meterte en ella con consciencia puede ser el comienzo de la solución. Es el principio para enfrentarse a ella y comenzar a debilitarla y poder vencerla.
Quedarnos en nuestro vacío también es una buena estrategia así como aumentar nuestra consciencia. Con esto comenzamos el proceso de ir desde la periferia, la superficialidad de nosotros mismos hasta lo más profundo de nuestro ser.
Este viaje es duro, complicado, confuso, doloroso y sufrido, pero a la larga merece la pena. Nos volvemos más humanos, más normales, más genuinos y comprensivos con el mundo.
Este camino es una elección personal. Si lo haces eres valiente y si no, también lo eres ya que estas dispuesto a sufrir lo indecible.
Comprendo ambas opciones y tengo clara cual elegiría ¿lo tienes tu?

IRA

Una emoción que se expresa con el resentimiento, furia o irritabilidad. Es vista como una forma de reacción y respuesta de evolución para permitir a la gente enfrentarse a las amenazas.
Leyendo la definición veo una gran contradicción. Cuando existe el resentimiento, furia o irritabilidad es cuando nuestra forma de pensar actúa. Uno puede tener una situación que no le gusta o no acepta. Entonces sale la ira. Creo que la ira no está bien definida en la Wikipedia.
Si es vista como una reacción a una amenaza es que estamos codificados para reaccionar así. Es instantáneo, efecto-reacción. Si uno le va a picar una serpiente, su reacción es automática, instantánea. No está pensando en cómo actuar. Simplemente actúa, se aleja de la amenaza según la codificación genética y evolutiva.
La respuesta ante cualquier situación no implica pensar. Si piensas ya no estás respondiendo, actúas bajo el criterios de la mente. Para mí responder es actuar de forma espontánea. Sin codificación alguna. Si vas a un bar y tu hermano te pregunta que quieres, respondes, una coca-cola. Es una respuesta espontánea. Uno siente su apetencia, que le gustaría tomarse y que le puede sentar bien a su cuerpo. No piensa, chequea rápido su apetencia y responde de forma espontánea. No influye el pensamiento, no actúa el código genético, no hay condicionamiento antes. Sólo es lo que te apetece de forma espontánea en ese preciso momento. Hay muchas bebida para tomar, pero eliges la coca-cola. ¿Porqué? Simplemente te apetece.
Para mí la ira es un efecto de un sentimiento muy profundo que no queremos ver. Que no queremos sentir.
Para tratar de explicarlo diré que es similar a una escalera de tres peldaños. El peldaño más alto es cuando estas desconectado de ti mismo y conforme la bajas te conectas con tu esencia.
Así tenemos que casi todos estamos en el peldaño más alto. Allí no somos conscientes de nuestro ser y no podemos ver nuestras emociones más profundas. Sólo reaccionamos ante un hecho que no nos gusta.
Si tu pareja no te recoge la ropa del baño después de ducharse y se lo has dicho que lo haga. Tú te cabreas, te enfureces. Chillas, gritas y se lo explicas la mil y una vez más. Y está bien, es lo único que puedes hacer en ese peldaño. Reaccionas.
Si bajamos un peldaño, nos encontramos la impotencia. Como no somos capaces de verla, nos enfurecemos. Pero si la vemos ya comenzamos a tener un margen de maniobra. Podemos decirle a la pareja lo del baño desde la impotencia. Desde aquí tal vez nos escuche mejor y podremos evitar una escalada de furia por ambas partes.
Si bajamos otro peldaño  nos encontramos con la tristeza. Aquí estamos muy cerca de nuestro ser. Pero nos falta. Aún así, aquí el margen de libertad emocional ha crecido bastante. Hablar a otra persona desde la tristeza, lo que nos causa tristeza de verdad, su predisposición a dialogar, a evitarnos sentimientos tristes puede ayudarnos mucho a ambos.
Sentir tristeza es genuino y nos contacta directamente con el suelo en el cual se apoya la escalera. El vacío, nuestro ser más profundo, nuestra alma.
Así que, subiendo la escalera tenemos: como no podemos ver el vacío nos encontramos con la tristeza. Cuando no podemos ver la tristeza viene la impotencia. Cuando esta no podemos verla surge la ira.
La ira es una emoción producida por no aceptar la situación, por la mediación de nuestra mente y por la ignorancia de no conocernos a nosotros mismos ni nuestras emociones.
Desde mi punto de vista, cuando sentimos la ira tenemos que dejar que fluya, que salga. Hemos de ser cuidadosos con la gente para no lastimarla, sobre todo físicamente. Pero si dejas que fluya y meternos más profundamente con consciencia para poder descubrir de donde sale, que efectos tiene nosotros, que evita que veamos de nosotros y sobre todo, para que la ejercemos sobre los demás.
Saber manejarse en la ira puede ayudarnos a nosotros y a los demás.
Aprender a poner límites a uno mismo y a los demás, ser conscientes de nuestra impotencia, de nuestras limitaciones. Tomar consciencia de nuestra tristeza y expresarla puede ayudarnos a ir disminuyendo nuestra necesidad de generar ira y por ende, volvernos cada vez más tranquilo y encontrar la paz interior.
De nosotros depende la situación.

PEREZA



En latín: acedia, accidia, pigritia. Es la negligencia, astenia, tedio o descuido a realizar acciones, movimientos o trabajos. Se conoce también como gandulería, flojera, haraganería, holgazanería; entre otros términos que pueden incluso llegar a ser peyorativos.
La religión cristiana, clasifica la pereza como pecado capital ya que generan otros pecados, si bien antiguamente se le denominaba acedia o acidia, concepto más amplio que tenía que ver con la tristeza o la depresión.
La pereza puede venir por varios motivos, pero el más significativo es por falta de estímulo. La desgana se apodera de la persona y no es una actitud fácil de cambiar.
No es tan raro que antiguamente se asociase a la tristeza o a la depresión. Entrar en la pereza es una demostración de lo que le sucede a la persona al gastar la energía vital en otras cosas que no nos satisfacen ni nos llenan.
Cuando en la vida nos encontramos perdidos, desilusionados, desesperados y miramos nuestro futuro y lo vemos igual que nuestro estado de ánimo, la desergenetización se apodera de nuestro interior.
Es curioso que en este estado no nos aporte nada nuestra vida para que nos volvamos a ilusionar. Entonces nos descuidamos de nosotros y de nuestro mundo en el cual vivimos. Esta forma de pensar afecta directamente sobre nuestro estado anímico, es lo que nos eliminan las ganas de estar atentos a las cosas que tenemos la responsabilidad de hacer por nosotros y por los demás.
Los pensamientos sobre el pasado que no volverá o el futuro que idealizamos que sucederá hace que gastemos nuestra energía tontamente. Que nos cansemos y conforme vamos viviendo nos damos cuenta que aquello que habíamos imaginado que nos pasaría no nos sucede. Esto nos sume más en una actitud depresiva y retroalimentamos la pereza.
Salir de la pereza, en primer término, pasa por cambiar nuestra forma de pensar. Esto que los sicólogos han llamado sicología positiva y los místicos, durante milenios, han llamado vivir el presente. Estar revolución de ideas que se produce dentro de nuestra mente al cambiar de perspectiva, es el comienzo de una nueva energía que se puede comenzar a movilizar dentro de nosotros. Pero no es mucho menos la solución. Por este motivo, las personas suelen dejar la pereza y comienzan a moverse. Aún así el desánimo les acompaña en su vida cotidiana.
Normalmente esta actitud está ocultando problemas más profundos, de un calado existencial que no somos capaces de ver y comprender.
La pereza nos está mostrando nuestras ganas de no vivir la vida en la cual nos hemos instalado. La falta de retos por no hacernos responsables de nuestra vida y nuestras acciones hacen que caigamos en la comodidad, en la apatía y en el desánimo.
Para dejar de ser perezosos hemos de asumir responsabilidades. Hemos de asumir el timón de nuestra vida y dejar de culpar a los demás de nuestra situación.
Desde mi punto de vista, creo que es muy interesante meterse de lleno en la pereza con consciencia, estando alerta. Es como una moneda, ¿si sentimos la pereza que es lo que nos trata de ocultar?
Creo que nos oculta nuestras ganas de seguir viviendo la vida en el presente, dejando a un lado el pasado o el futuro. No nos sentimos realizados en nuestra forma de vivir en la mente. Somos conocedores de que necesitamos el cambio, pero somos conocedores de esto mismo.
Para poder dar este vuelco a la situación, es vital que descubramos que queremos y que necesitamos. Para ello hemos de contactar con nuestro vacío interior. Sumergirnos en él y que surjan nuestras necesidades reales. Tomemos consciencia de ellas y ya veremos que sucede después.
Estar atentos a lo que nos pasa y ser conscientes es la única forma de dar una solución al problema. Meditar, moderar los deseos de la mente. Ser conscientes de nuestra energía. Ser conscientes de nuestra realidad y de nuestro presente. No vivir en la fantasía. No escondernos tras los medicamentos. Tomar la responsabilidad de nuestra vida y de nuestras acciones son las grandes rebeliones que hemos de hacer para salir de este estado apático y desenergetizante que es la pereza.
Ver el mundo tal cual es, sin condicionamientos ni prejuicios puede ayudarnos mucho y puede ayudar mucho a que encontremos nuestra felicidad y ayudemos a otros a encontrar la suya.

Estar perezoso no es malo. Lo malo es no ser consciente de este estado y que es lo que nos quiere mostrar y como es que nosotros no queremos verlo.

AVARICIA


Es una inclinación o deseo desordenado de placeres o posesiones. La codicia, por su parte, es el afán excesivo de riquezas, sin necesidad de querer atesorarlas.
En la misma definición aparece el deseo, el afán. Buda decía que la causa de todo sufrimiento es el deseo. Eliminando la causa se elimina el efecto y para eliminar todo deseo había que parar la mente.
En la vida hay muchas cosas que creemos que nos llenan. Las hacemos, las compramos, las cuidamos y si no se comparten, si no se muestran ¿que sentido tiene?
Luis Miguel Dominguín, cuando se acostó con Ava Grardner, esta le dijo que no lo contase a nadie. Él le contesto que entonces que sentido había en tener sexo con ella. Él veía la gracia en haberlo hecho y después contárselo a sus amigos.
Estar de acuerdo o no con este hombre es otra cuestión, pero es cierto que si no compartimos nos sentimos solos, vacíos.
Todo esto es generado por la mente. Sentir el vacío de nuestro ser y no querer ser consciente de todo esto, hace que lo tratemos de llenar bien sea con bienes materiales, dinero, sexo, alcohol, drogas, etc.
En nuestro interior hay una lucha constante. Esta guerra se manifiesta de muchas formas. Una de ellas es la avaricia. Querer poseer bienes, dinero, personas, etc, es estar fuera de la realidad. Nada podemos poseer, nada nos pertenece. Nacimos desnudos y así moriremos. Esto es pura lógica. Incluso la mente debería saberlo. ¿Entonces qué nos pasa entre estas dos verdades? Ego. Todo es ego.
Creer que lo poseemos nos hace sentirnos importantes, seguros, confiados. Creer que así se ha de vivir. Considerar a las personas importantes por sus logros económicos es un error muy común. No nos damos cuenta que si los despojamos de todos estos títulos que les atribuimos no dejan de ser personas vacías, tristes, sin sentido en la vida.
La avaricia y la codicia nos muestran cuan vacíos estamos por dentro de seguridad, entrega, cariño, afecto, contacto con nosotros mismos. Por eso basan todo esto en poseer cosas o personas.
Con esta actitud se entra en una espiral enfermiza ya que se genera un efecto totalmente contrario en los demás que realimenta la espiral.
El placer es sano cuando es genuino. Cuando de verdad hacemos eso que nos produce el placer, cuando lo hacemos sin sentido, sin consciencia, se convierte en un placer disfuncional que nos provoca más daño que el no hacer nada.
Desde mi punto de vista, ver nuestra realidad, nuestra verdad y ser consciente de nuestras capacidades y recursos, puede ayudarnos a darnos cuenta del juego peligros en el que nos hemos metido.
Hemos de meternos más en la avaricia con consciencia y descubrir que quiere mostrarnos. Huir de ella no nos ayudará mucho.
Cuando oigo avaricia o codicia se me viene a la mente el cuento de Charles Dickens, Cuentos de Navidad. Donde la visita de tres fantasmas hace que cambie la forma de ver la vida de un pobre y avaro anciano.
Enfrentarnos a nuestros fantasmas particulares nos ayudará a ver nuestras realidades, a comprendernos y a descubrir nuestras necesidades.
Estar en el vacío, en el presente difumina nuestros miedos. Ser conscientes de nosotros y lo que nos rodea, hace que seamos capaces de apreciar lo autentico y dejar a un lado lo superfluo.
La avaricia sólo nos muestra aquello que no queremos ver. En cuanto nos miremos dentro, la codicia desaparecerá por falta de sentido. Si existe es porque le damos una razón de ser, una utilidad. ¿Cuál es esa utilidad? No se sabe. Cada uno ha de meterse en sí mismo, en su avaricia para descubrirlo y ver qué es lo que nos está tratando de mostrar y que es mlo que nos impide que veamos.

ENVIDIA

Es aquel sentimiento o estado mental en el cual existe dolor o desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, sea bienes, cualidades u otra clase de cosas. La RAE la ha definido como tristeza o pesar del bien ajeno, o como deseo de algo que no se posee.
Leyendo estas definiciones, me llaman la atención las palabras dolor, desdicha, posesión, deseo, pesar y tristeza.
Antes de hablar de la envidia, me gustaría comentar que para mí, el dolor, la desdicha, la posesión, el deseo y el pesar, forman parte de la mente. Si somos capaces durante cinco minutos de no tener pensamientos. Nos daríamos cuenta que estos sentimientos se diluyen ya que son generados por estos.
Creo que los pensamientos nos hacen un flaco favor a nosotros mismos y nos sumergen en estas emociones que nos causan dolor y deseo.
La mente, los pensamientos generan sentimientos. Si somos capaces de moderar nuestra mente veremos que somos capaces de moderar todo esto que sentimos y tanto daño nos hace.
Para la mente tiene sus consecuencias. Es cierto que nos quita esas emociones de dolor, posesión y deseo- pero entonces nos quedamos en el presente. Desaparece todo el juego que nos hace para embriagarnos con el futuro. Además, desaparece la ilusión y la esperanza. Esto es dejarnos en el vacío existencial. Nos deja con nosotros mismos. Y no hay mayor miedo que a estar con nosotros mismos.
Entrar aquí es muy beneficioso y a la vez es tremendamente peligroso para nuestro ego. Por eso hay que entrar adecuadamente y con la ayuda de alguien en quien confiar.
Este vacío puede asustarnos tanto que lo tratemos de llenar de alguna forma. Ya sea con bienes, dinero, sexo, diversión, etc. Si esto no lo tenemos, tal vez lo deseemos de los demás. Así aparece la posesión, el ego. Si no podemos conseguirlo, pues surge el dolor y la desdicha.
Querer poseer o tener lo que el otro tiene no es más que tratar de querer poseer la alegría, la ilusión que vemos en el otro. Es una fantasía que nos juega nuestra propia mente para creerse importante. Es cierto que ella así se siente viva pero el efecto es el contrario. Nosotros nos vamos debilitando, secándonos y muriendo por dentro.
Queremos alcanzar la alegría que vemos en los demás con sus nuevas adquisiciones. Lo que no queremos ver es que si tuviésemos ese coche nuevo, por ejemplo, no seríamos tan felices como creíamos antes de tenerlo, ni conseguiríamos llenar ese vacío del que tanto huimos.
Esta alegría nos duraría poco ya que el coche es el deseo del otro, no lo que deseamos nosotros. A esto hay que añadirle que no sabemos lo que queremos de verdad. Cuáles son nuestras prioridades y nuestras necesidades reales y creemos que lo que desean los demás es lo que nos haría feliz a nosotros. Grave error. En vez de ser más felices nos metemos más de lleno en el pozo de la infelicidad.
Desde mi perspectiva. La envidia nos muestra nuestras carencias internas, existenciales. Cuanto más cosas deseamos más necesitamos meternos en nosotros mismos, en nuestro vacío. Creemos que proyectando nuestra felicidad en los deseos de los demás vamos a conseguir nuestra propia felicidad. Pues no es así.
De todas las palabras que me han llamado la atención, hay una de la que no he hablado. Es la tristeza. Esta palabra, esta emoción, si la despojamos del pensamiento puede ayudarnos mucho para contactar con nuestro ser. Para que seamos nosotros mismos y meternos en nuestro vacío interior.
La envidia es la cruz de una moneda. Si somos capaces de ver la cara, que es lo que realmente nos muestra, funciona como un espejo. Podremos encontrar la felicidad que tanto deseamos. Andamos equivocados buscando fuera lo que está dentro. La envidia nos muestra el exterior, la cruz. Busquemos la cara, el interior nuestro.
No es casual que estemos en ella. Es un síntoma de una enfermedad profunda que hemos de resolver nosotros mismos.
Para mí, si se siente la envidia hay que profundizar más en ella con consciencia. Descubrir de donde viene, a donde va y que la genera. Todo esto se ha de hacer dándonos cuenta de donde estamos y de nuestra realidad.
Ser conscientes de nuestro ser, de nuestros sentimientos y de nuestro presente hace que descubramos nuestras necesidades y las vayamos cubriendo. Al hacer esto nos sentimos satisfechos, llenos y con esto alcanzaremos la felicidad.
No es pecado sentir la envida. Pecar, errar el tiro, es no ver lo que nos está mostrando o proyectando de nosotros mismos.

GULA


Bien del latín gluttire, que significa tragar o engullir de manera excesiva alimentos y bebidas sin medida.
Aquí tenemos que tratar la gula como aquello que nos tragamos sin masticar, sin digerir, sin comprender. Podemos tener gula de alimentos, pero también de ideas, teorías, conocimientos, etc. En definitiva. Todo aquello que nos entra y no lo estructuramos, filtramos, pasamos por nuestra experiencia, etc.
Cuando nos sentimos vacíos, solos, una de las emociones que suelen aparecer es la ansiedad. Como dijo Fritz Perls, la ansiedad surge cuando nos vemos en el futuro y su grado es proporcional a la cantidad de futuro que nos alejemos del presente.
La ansiedad surge debido a que nos soportamos estar vacíos en nuestro interior. No soportamos estar en soledad.
Estar en el vacío, en las emociones, en la soledad, en todo a la vez, es estar en contacto con nuestro ser más intimo. Es dejar la mente y que el ego desaparezca. Esto nos sume en un vacío de tal profundidad que nos asustamos. Nos asustamos tanto que cuando pensamos que toda nuestra vida puede ser así aparece la ansiedad.
Mete y miedo, vacío y ansiedad. Cuatro fenómenos que hacen que podamos comer para llenar ese vacío, con ansiedad lo que hace que comamos más cantidad. Miedo a que surja el vacío nuevamente si no estamos llenos. Y la mente que nos llena de fantasías varias y muy separadas de la realidad que conjunta estos cuatro elementos. Retroalimenta todo el conjunto.
No es casualidad, no creo en las casualidades, que una muerte cercana a nosotros, rotura de una pareja, perdida del trabajo, accidente grave, etc, cree ese vacío. Realmente no lo crea, siempre ha estado. Exactamente nos pone en contacto y suele ser la tristeza la emoción que nos contacta con él.
No somos conscientes que el vacío interior siempre ha estado y estará. Somos eso en lo profundo. Pro nos han mentido. Hemos sido engañados como borregos y se aprovechan de nosotros esta sociedad de consumo. Nos incitan a comprar, consumir, necesitar aquello que realmente no nos hace falta y nos sentimos falsamente llenos haciéndoles caso. Somos unos borregos.
Por miedo a ese vacío lo llenamos de cosas. Lo que más se acerca a nuestro interior por estar ahí mismo, es la comida. No es casual que la gula se asocie a la comida. Pero como he dicho antes, hay gulas de muchos tipos.
La comida da gusto en el paladar, la saboreamos y es placentera. Desde mi punto de vista hay que comer más, más y más. Consumir más, más y más. Cuando nos demos cuenta que aún así no conseguimos llenar el vacío, entonces veremos que no tiene sentido esta actitud y algo de consciencia y sabiduría habremos adquirido.
Este es el momento del cambio, el momento de mirar para otro lado. El momento de sentir el vacío, la tristeza y ver que por mucho que comas, por mucho que consumas nunca serán saciados los deseos de la mente para llenar el vacío. Ya que la mente teme el vacío ya que es su muerte. Por eso te llenara de deseos y con el deseo viene la gula.
Ser consciente, estar en la realidad, conocerse a uno mismo y conocer el mundo en el que nos ha tocado vivir es estar en el presente. Y estar en el presente es estar en el vacío. En el Tao como decía Lao Tse.

LUJURIA


En latín es luxus: abundancia, exuberancia. Es considerado un deseo sexual desordenado e incontrolable.
Es sexo es algo muy básico e individual en nosotros. Somos seres sexuales y hemos de vivir así toda nuestra existencia. Nos va a acompañar en nuestro viaje y no estar equilibrados en él puede hacernos mucho daño física y emocionalmente. Es una estructura tan básica que es transmitida por el padre en forma de cromosoma X o Y.
Es cierto que el deseo sexual desordenado lleva a un vacío emocional que hace que en lo más profundo del ser, la persona no se sienta bien con ella misma. En un principio, el sexo descontrolado, sexo por sexo, es muy atractivo, divertido, emocionante. Pero con el paso del tiempo uno se va secando emocionalmente ya que no pones en juego las emociones y no te enriqueces de ellas. Se convierte en una rutina y ya da igual estar con esta persona o con aquella. Las sensaciones son las mismas.
Poco a poco te automutilas creando la imposibilidad de enamorarte y de generar emociones por otra persona. Entonces te vuelves promiscuo y retroalimentas la espiral de tu propia decadencia interior.
Evitar el vacío interno retroalimenta meteré más de lleno en la lujuria. Así se entra en la espiral autodestructiva e insana para el individuo que lo sume en la confusión que lo lleva a la ansiedad por no poder controlar este comportamiento. Esto desgasta energéticamente, agota y nos sume en la oscuridad del alma.
Pero como toda moneda tiene su cara y su cruz. Para mí no es en sí mala la lujuria. Es más, alentó a que las personas se adentren más y más y más en ella, sin hacer daño a terceros. Con esta actitud descubrirá que es lo que lo ha empujado a llevar a cabo esto y que es lo que desea cada uno en el sexo para sí y para los demás. Si no se experimenta jamás sabremos que queremos y que no. Experimentar la lujuria nos hace más sabios, más conocedores de nosotros mismos y de nuestros deseos.
Yo prefiero que cada uno entre en ella con consciencia de experimentar, a entrar sin saber que nos ha metido, porqué, para qué y a donde nos puede llevar.
Necesitamos quitarle las connotaciones religiosas que la iglesia le ha puesto en su propio provecho para tener el poder. Para someternos en nombre de Jesús y coartarnos  nuestra libertad. Imponer un reino de terror y oscuridad.
Por suerte, esto está cambiando en occidente. La lujuria de la iglesia la han creado ellos para justificar su propia decisión de ser célibes. Por esta decisión hace aguas por todos lados y si no, ver los casos de pederastia denunciados en el todo el mundo. Ser célibe es antinatural.
Lo natural es tener una actitud sexual equilibrada. Consciente, haciendo lo que necesitamos de verdad y respetando a los demás en nuestras relaciones sexuales. Mantener una actitud abierta, libre y sin cargas culturales, basada en la propia experimentación y sin que nos influya lo que los demás puedan opinar de nosotros.
Si la lujuria nos atenaza. Creo que lo mejor para trascenderla es fluir conscientemente con  ella y no perdernos en esta fase del camino.

LOS SIETE PECADOS CAPITALES


Recuerdo que en alguna ocasión leí que realmente los pecados capitales eran más de veinte y ocho, pero ante la imposibilidad de poder recordarlos todos, la iglesia los refundió en siete. Esto lo tengo por algún lado de mi memoria. Tal vez no sea cierto, eso no importa. Para mí lo importante es el sentido que tienen en nuestras vidas los pecados y como es que nos martirizan tanto.
Para ser conscientes de lo que es el pecado, creo importante saber que es una palabra creada con un significado totalmente diferente al que le damos.
Para los griegos, pecado se decía hamartía y era fallo de la meta, no dar en el blanco. Es algo así como errar el tiro. Con anterioridad en arameo, idioma que hablaba Jesús, significaba olvido. Olvido de algo que estaba presente.
El concepto religioso es la trasgresión voluntaria de la norma o precepto religioso que aleja al hombre de la voluntad de dios.
Reconozco que no entiendo mucho de dios. Pero si veo que creó la vida para que la disfrutásemos. Yo me quedo con la definición del pecado que tenían los griegos o del significado en arameo. Creo que es el sentido que Jesús le dio. “vete y no peques mas” se asemeja más a vete y no lo olvides que has trasgredido una norma que te acerque a dios.
Para mí el sentido que Jesús le dio al pecado es más humano, creativo, aleccionador, amoroso y reparador que el que ha impuesto la iglesia en todos estos siglos.
Cuando miro los pecados capitales: lujuria, envidia, ira, gula, avaricia, pereza y soberbia. Me están diciendo que cuando se cometen estamos errando el tiro. No estamos dando en el blanco para ser felices. Para ser nosotros mismos.
Cometer un pecado nos aleja de nuestro centro y por lo tanto nos predisponen a olvidar lo que lo que queremos, somos y amamos. Nos volvemos más oscuros ya que nos aparta de la consciencia, del tener presente, del no olvidar.
Los pecados si sabemos mirarlos bien, cuando los cometemos, nos muestran la cruz de la moneda y por ende, la cara no estará muy lejos, sólo que no somos capaces de verla. Aprender a mirar adecuadamente, con la perspectiva necesaria puede hacernos libres y que encontremos la felicidad.
Lao Tse decía que somos polares, yin y yan. Si hay cielo también hay infierno. Si hay pecado hay trascendencia. De hecho los mayores maestros han sido pecadores anteriormente. O en la iglesia. Los mayores santos anteriormente han sido pecadores. No es casualidad.
Hemos de trascender y para ello hay que meterse de lleno en las emociones, en los pecados. Descubrir de donde vienen, cual es su efecto, hacia donde nos llevan y que aprendemos de ellos.
La base de errar el tiro es no ser consciente de nosotros mismos. No ser consciente de nuestro vacío interno, de nuestra soledad innata.
La tristeza es una emoción que surge cuando no estamos acostumbrados a contactar con nuestro ser, con nuestro vacío. Este mal contacto o el evitar esta emoción hace que no descubramos lo que de verdad necesitamos. Al no saber esto, hacemos lo que creemos que es lo que queremos y entonces entramos en el terreno de la idea, de la teoría. Esta zona es muy peligrosa, entra la fantasía y evita que estemos en nuestra realidad. Esta confusión es un terreno muy bien abonado para el pecado, para errar los tiros, para olvidar lo que de verdad queremos y necesitamos para sentirnos llenos y felices.
Los pecados no nos envían al infierno, solo muestran que ya estamos metidos en el, son un síntoma no la enfermedad. No nos condenan a nada. Solo muestran nuestro mal contacto con la realidad. Si volvemos a hacer un buen contacto volveremos a ser nosotros mismos, saldremos de nuestro infierno particular y tocaremos nuestro cielo. Podrán decirnos: “levántate, vete y no vuelvas a pecar”
Solo así conseguimos ser sabios y superarlos. Sólo tomando consciencia de la enfermedad podremos sanarnos. Esta toma de consciencia es el cincuenta por ciento del problema.