Una vez pensé en escribir un
libro. La verdad que no sabía que poner en él aunque si tenía claro que quería hablar
del amor. Lo comencé varias veces y otras tantas desistí. Nunca me vi capaz de
escribirlo y lo que es más importante, no soy un experto en el amor y mucho
menos tengo todas las respuestas que nos podamos hacer con este tema. Entonces decidí
que si alguna vez escribía sobre él seria basándome en mi experiencia vivida
con mi corazón, mi mente y mi alma.
Lo que si he descubierto en mí y
en los demás es que lo que mata al amor es el miedo a sentirlo. Miedo a
experimentarlo. Pero no hay por qué preocuparse, casi nadie sabe que es el amor
de verdad. Suelo oír a la gente que un buen amante es el que se comporta como
un campeón en el sexo. Es una buena estupidez, yo creía que un buen amante es
el que ama de verdad, lo expresa y lo más importante, lo demuestra. Pero muy
poca gente consigue esto, sobre todo porque no sabe cómo hacerlo y lo más triste,
no sabe ni que es. Pero el mundo sigue girando.
He encontrado personas que deseándolo,
que queriendo sentirlo no han sido capaces de experimentar el amor por sentir
ese miedo. Desean tanto una cosa que cuando el amor llama a su puerta salen
corriendo. Esto lo vi en una amiga, cuando el amor llamo a su puerta,
literalmente, se fue al baño.
El miedo al amor no es más ni
menos que miedo a sufrir, a que te hagan daño, al dolor. Este sufrimiento hace
que no puedas acercarte a las personas que quieres. El desconocimiento de uno
mismo y la falta de la confianza necesaria para sentirte seguro, a salvo si
expresas lo que sientes y te permites experimentarlo, hacen el resto.
El miedo surge del poco
conocimiento que tenemos de nosotros mismos sobre lo que sentimos y
experimentamos diariamente, minuto a minuto. El desconocimiento de nuestro
propio ser hace que suframos con sentimientos tan nobles y como la tristeza, el dolor y el desamor. Es cierto
que a nadie le gusta sufrir, a mí tampoco, aún así sentir todo esto nos hace
mejores personas, mas humanos, sencillos.
Desde mi punto de vista, el dolor
esta puesto en la tierra para que crezcamos, que nos transformemos. Es un
sentimiento que nos permite empatizar con el otro, que hace que nos sintamos
unidos, comprendidos. La verdad, nadie me puede comprender mejor que otra
persona que ya ha pasado por un sufrimiento igual o parecido. Esto hace que me
sienta comprendido, cercano, aceptado, nada raro, y en última instancia,
querido, amado.
También es importante ver que la
otra cara de la moneda. ¿Qué es lo que le da vida al amor? Lo que lo nutre es
la confianza. Este sentimiento es muy amplio, aunque realmente, sin esto no
existe lo otro. Si no hay confianza entre ambas personas la relación de amor no
se establece.
De entre todos los amores que
experimentamos a lo largo de nuestra vida, existe uno que es el que menos nos
permitimos sentir por desconocimiento primero y después por miedo. Es el amor hacia
nosotros mismos. En esta sociedad que vivimos, en el ritmo de vida que llevamos
hacen que no nos preocupemos de sentirnos, de pararnos a ver que nos sucede en
nuestro interior. Nos enseñan tanto a vivir hacia fuera que hacia dentro somos
unos perfectos desconocidos. Creemos que sabemos cómo somos pero somos unos
extraños para nosotros mismos.
Esto tiene sentido ya que cuando
nos sentimos “mal” (tristes, vacios, dolidos) huimos de estas emociones y no
nos abandonamos a ellas, impidiéndonos conocernos en ellas cuando las atravesamos.
Entonces nos volvemos ignorantes sobre lo que nos quieren mostrar y hacia donde
nos quieren llevar.
El amor es el sentimiento que nos
universaliza, que nos hace a todos iguales, sin discriminaciones. Es cierto que
hay son personas que son incapaces de vivenciarlo y tampoco es menos cierto que
no se les ha enseñado a hacerlo.
El primer amor que sentimos es al
nacer. Al venir a este mundo somos seres inválidos, débiles y desnutridos. El amor
de una madre y de un padre es esencial para el bebe. Sin esto el niño moriría. Y
así sucede hasta que comenzamos a caminar nosotros solos por el mundo, o
incluso durante toda nuestra vida. El amor de los padres, el cómo lo sintamos, el
cómo nos lo hagan sentir y comprenderlo con el paso de los años va a
condicionar nuestra conducta emocional y física futura.
Para mi ser padre es muy
importante, pero no por la comida, que también, libros, juguetes, etc. Sino por
la enseñanza emocional que le están trasfiriendo a su hijo ya que dependiendo
de lo que aprenda y de la forma que lo haga así desarrollara la forma de
relacionarse en el futuro con el mundo y consigo mismo. No me gustaría poner esta
carga a los padres, aunque también es cierto que es así y creo que la realidad
es la realidad me guste más o menos y así he de aceptarla.
Considero que tal y como está la
sociedad occidental actual, está como suele decirse: el mundo al revés. A los hijos
se les da de todo lo material y a nivel emocional se les deja a su suerte, que
ellos se apañen. Y así nos va la sociedad. Tecnología: ordenadores, internet, móviles
que los sacan de la realidad; padres que no saben educar: dejan esa parte a los
profesores; las emociones negativas se ocultan: tristezas, muertes; y
desconocimiento de sí mismos, nos están llevando a un mundo sin sentido.
Otra cosa que me sorprende es como
protegen a los niños actualmente. Como si hubiese que protegerlos de algo a
nivel emocional. Estoy viendo niños que jamás han visto a una persona muerta y
aunque sé que hay detractores de esto, considero que es un error. Creo que no
hay mayor enseñanza sobre la vida después del nacimiento que la muerte. Ambas cosas
son lo único seguro que vamos a tener en toda nuestra vida.
Recuerdo cuando era pequeño, que
a los fallecidos los amortajaban los familiares y el duelo se hacía en la
propia casa, incluso en la propia cama del muerto. Recuerdo que veíamos el
dolor en las caras de los familiares, de los padres, hermanos, hijos, amigos y sentíamos
esa tristeza. Se tocaba al muerto, se le besaba, se lloraba encima de él. La familia
se reunía. Se le ponían las mejores ropas, a esto se le llamaba la mortaja. Todo
se hacía en grupo, familiarmente, en unión en el dolor, en la tristeza, en el
amor de los unos con los otros.
Ahora no, ahora se lleva al
muerto como una cosa a un tanatorio. Se le mete entre cristales en un cuarto
que no se ve si no te acercas lo suficiente y como mucho saludas a los
familiares más allegados. Y por supuesto, los niños ni se acercan.
Así que luego cuando los niños
preguntan por su abuelito, abuelita, tito, que se yo… los padres tienen que
inventar mil excusas para explicarles que ha fallecido. Y me sorprende la
capacidad creativa de los padres ya que nunca les suelen decir la verdad. Y cuando
el niño se hace hombre y descubre la verdad se da cuenta que sus padres les mintió.
Entonces se pregunta, ¿en cuántas cosas más me han mentido a lo largo de todos
estos años? Y entonces los padres se lamentan de que sus hijos no confían en
ellos. Curioso juego.
Para saber, descubrir, aprender
que es el amor se ha de conocer todas las emociones. Con la experimentación de
todo se adquiere la sutileza para sentir el amor de verdad. Impedir sentir
dolor, tristeza, impotencia, debilidad, solo nos mutila emocionalmente e impide
que sintamos el amor de verdad. Y con este trozo de corazón que nos falta vamos
por la vida mendigando cariño y nos colgamos de cualquiera que se nos acerque
con un poco de afecto.
En fin no es ser mendigos, sino
ser emperadores del amor. Para ello tenemos que perder el miedo a sentir todas
las emociones que llamamos negativas o malas. Sin ellas seguiremos siendo unos
ignorantes del amor. Yo decidí conocerme en ellas hace tiempo. He llorado,
sufrido, amado, odiado, maldecido, pero gracias a ello me conozco un poco más. ¿Qué
decides hacer tú?