jueves, 20 de junio de 2013
martes, 18 de junio de 2013
LIBROS, LIBROS, LIBROS
Acabo de leer el libro de Torcuatro Luca de Tena: los
reglones torcidos de dios.
La novela me ha gustado bastante y es un fiel reflejo de lo
que nos sucede muchos más a menudo de lo que
nos imaginamos.
Es muy interesante leer el libro y ver cómo se desarrollan
la situación los personajes. También es una manera muy clara de cómo nos
engañamos a nosotros mismos tratando de no querer ver la realidad que hemos o
estamos viendo.
Negarlo todo creyendo que no ha pasado o inventado que ha
sucedido hace que nos duela menos, pero no por ello se olvida.
Para mí esto obedece a una respuesta evolutiva que hace que
cuando el dolor es tan grande e insoportable nos bloqueamos y así podemos
seguir viviendo.
El umbral del dolor que seamos capaces de soportar viene
determinado por la cantidad de experiencias frustrantes a las que nos hayamos
enfrentado y lo que hayamos aprendiendo de ellas.
Por ejemplo: una persona que lo ha tenido todo será más
vulnerable al dolor, que aquella otra que ha sufrido frustraciones constantes. Su
capacidad al dolor será mucho más alta y por tanto mejor adaptado.
La respuesta natural ante un hecho peligroso es ataque o
huida. Pero cuando el animal se siente derrotado ya viene la respuesta de
bloqueo o desconexión para no sufrir. Si la gacela es devorada por el león se
bloquea y se abandona ya que la naturaleza la ha dotado de un sistema antidolor.
Por el contrario, si sobrevive por cualquier causa, sale corriendo como si nada
hubiese pasado.
En los humanos, a diferencia de las gacelas, cuando no hemos
sido derrotados por la situación pero esta nos ha superado, nos bloqueamos. En ocasiones
estos bloqueos permanecen en el tiempo impidiendo, de forma voluntaria, que
veamos la realidad por miedo a sufrir. Este dolor queda en el subconsciente
registrado y va saliendo poco a poco en forma de desequilibrios emocionales si
no se trata adecuadamente.
Negar lo que ha sucedido, mirar para otra parte, no asumir
nuestras responsabilidades en los hechos, vivir creyéndonos diferentes a lo que
somos en realidad, son algunas de las cosas que hacen que vivamos
desequilibrados.
Pero lo peor de todo no es esto mismo, sino nuestra
incapacidad voluntaria de ver la evidencia e ir negando constantemente los
hechos haciendo que nos mantengamos o incluso radicalizándonos en nuestra
posición equivocada.
Muy pocas personas saben realmente como son, los demás
creemos saber como somos y a veces lo conseguimos si no creemos a pies
juntillas lo que nuestra razón nos muestra ya que esta es un conjunto de
creencias impuestas que, a veces, muy poco se ajustan a la realidad de cada
uno.
Ser y querer ser no es lo mismo. Uno es la realidad del aquí
y ahora. Lo otro es el futuro que nunca concuerda con la realidad. Uno es la
verdad. Lo otro es una expectativa que nunca se cumple y que hace que gastemos
mucha energía tontamente.
Pararnos y mirar alrededor. Pararnos y mirar en nuestro
interior. Pararnos y aprender de lo que nos sucede y como actuamos en cada
momento es el principio del fin de nuestro cautiverio. Es la libertad de la que
hablan los poetas.
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