martes, 18 de junio de 2013

LIBROS, LIBROS, LIBROS

Acabo de leer el libro de Torcuatro Luca de Tena: los reglones torcidos de dios.

La novela me ha gustado bastante y es un fiel reflejo de lo que nos sucede muchos más a menudo de lo que  nos imaginamos.

Es muy interesante leer el libro y ver cómo se desarrollan la situación los personajes. También es una manera muy clara de cómo nos engañamos a nosotros mismos tratando de no querer ver la realidad que hemos o estamos viendo.

Negarlo todo creyendo que no ha pasado o inventado que ha sucedido hace que nos duela menos, pero no por ello se olvida.

Para mí esto obedece a una respuesta evolutiva que hace que cuando el dolor es tan grande e insoportable nos bloqueamos y así podemos seguir viviendo.

El umbral del dolor que seamos capaces de soportar viene determinado por la cantidad de experiencias frustrantes a las que nos hayamos enfrentado y lo que hayamos aprendiendo de ellas.

Por ejemplo: una persona que lo ha tenido todo será más vulnerable al dolor, que aquella otra que ha sufrido frustraciones constantes. Su capacidad al dolor será mucho más alta y por tanto mejor adaptado.

La respuesta natural ante un hecho peligroso es ataque o huida. Pero cuando el animal se siente derrotado ya viene la respuesta de bloqueo o desconexión para no sufrir. Si la gacela es devorada por el león se bloquea y se abandona ya que la naturaleza la ha dotado de un sistema antidolor. Por el contrario, si sobrevive por cualquier causa, sale corriendo como si nada hubiese pasado.

En los humanos, a diferencia de las gacelas, cuando no hemos sido derrotados por la situación pero esta nos ha superado, nos bloqueamos. En ocasiones estos bloqueos permanecen en el tiempo impidiendo, de forma voluntaria, que veamos la realidad por miedo a sufrir. Este dolor queda en el subconsciente registrado y va saliendo poco a poco en forma de desequilibrios emocionales si no se trata adecuadamente.

Negar lo que ha sucedido, mirar para otra parte, no asumir nuestras responsabilidades en los hechos, vivir creyéndonos diferentes a lo que somos en realidad, son algunas de las cosas que hacen que vivamos desequilibrados.

Pero lo peor de todo no es esto mismo, sino nuestra incapacidad voluntaria de ver la evidencia e ir negando constantemente los hechos haciendo que nos mantengamos o incluso radicalizándonos en nuestra posición equivocada.

Muy pocas personas saben realmente como son, los demás creemos saber como somos y a veces lo conseguimos si no creemos a pies juntillas lo que nuestra razón nos muestra ya que esta es un conjunto de creencias impuestas que, a veces, muy poco se ajustan a la realidad de cada uno.

Ser y querer ser no es lo mismo. Uno es la realidad del aquí y ahora. Lo otro es el futuro que nunca concuerda con la realidad. Uno es la verdad. Lo otro es una expectativa que nunca se cumple y que hace que gastemos mucha energía tontamente.

Pararnos y mirar alrededor. Pararnos y mirar en nuestro interior. Pararnos y aprender de lo que nos sucede y como actuamos en cada momento es el principio del fin de nuestro cautiverio. Es la libertad de la que hablan los poetas.