Husmeando por el facebook encontré una nota en la que dice:
“la llave para todo es, soltar”.
La frase me ha llamado la atención. Soltar parece fácil a
simple vista. Abrir la mano y dejamos de aferrarnos a algo o a alguien.
Me gusta pensar que esto es así, pero no me he de dejar
engañar. Soltar es fácil, abriendo la
mano… ¿pero es igual de fácil abriendo el corazón? ¡Sí! Aunque es una cosa muy
distinta. A menudo oigo a mi alrededor: “perdono pero no olvido”. Esto no es
soltar. Es aferrarse con mucha fuerza y a la vez tratamos de mantener nuestra
conciencia tranquila.
Todo este juego que nos hacemos a nosotros mismos para
autoengañarnos se nos ve reflejado en el cuerpo. Si somos hábiles con las
percepciones podremos descubrir como una persona está trabado y cuál es su
traba mirándole y escuchando su sermón intelectual.
Todo lo que nos sucede en la vida y como lo enfrentamos nos
queda reflejado en el mapa de nuestro cuerpo. Los nudos, tensiones, dolores e
incluso ciertas enfermedades están registradas en nuestro cuerpo.
A veces los nudos musculares nos están indicando que estamos
necesitando para llevar una vida en equilibrio. Pero aparte de ciegos estamos
sordos. No escuchamos a nuestro cuerpo y en ocasiones, cuando lo hacemos es
tarde o forzados.
Soltar los rencores, angustias, fantasías, ansiedades parece
sencillo, fácil. Pero en muchas ocasiones nos aferramos a todo esto porque es
lo único que creemos que es la vida.
Por no es así.
Existe otra forma de vivir. Otra manera de ver las cosas.
Sólo con tener un poco de duda sobre lo que consideramos una certeza nos puede
ayudar mucho.
Cuando un musculo del cuerpo nos duele, se contractura, sólo
está reflejando a nivel físico una contractura a nivel emocional y a nivel
espiritual.
Yo no utilizaría el verbo soltar para ayudar a solucionar
estos entuertos. Usaría el verbo ser, para mi es más preciso. Hace que me haga
responsable de lo que me está sucediendo y me dé capacidad para responder de
forma adecuada.
Cuando soy, cuando soy con consciencia puedo elegir si
quiero dejar de ser. Cuando suelto, dejo de aferrarme pero no hay cambios en el
ser. Si queremos cambiar no tenemos que irnos a las afueras, hay que
profundizar dentro. En el ser. En lo más intimo de nosotros.
No hay ningún médico que pueda curarnos. El galeno, como
todos conocemos puede sanar nuestro cuerpo por un espacio corto de tiempo, pero
jamás sanará nuestra alma. Podrá arreglar la cara pero jamás podrá arreglar la
cruz de nuestra moneda. Ahí solo podemos acceder nosotros. Pueden guiarnos,
pueden señalarnos el camino, pero jamás pueden recorrerlo por nosotros.
Para soltar hemos de caminar nosotros solos, con nuestros
propios pies. Para eliminar las tensiones musculares y emocionales hemos de
meternos en ellas y descubrir que nos quieren enseñar. Ninguna droga, ni
espectáculo, ni circo, ni ayuda pueden ayudarnos a crecer. Sólo nuestro valor,
nuestra fuerza, nuestra voluntad, nuestro coraje, nuestra capacidad de apertura
y de desaprender y reaprender pueden ayudarnos a madurar.
¡si! Hemos de soltar, pero antes hemos de descubrir que es
lo que nos tenía atados. Porque estábamos fijados. Que nos estaba pasando y
para que lo hacíamos.
Esto requiere valentía y coraje. Supone responsabilizarnos
de nuestra vida, de nuestras acciones. Supone aceptar que no podemos cambiar
nada excepto a nosotros mismos. Aceptar que cada uno es responsable de sí
mismo. Es aceptarnos como realmente somos.
Esto es vivir en la realidad. Es vivir sin fantasías, es
vivir sin aferramientos y lo que es peor. Vivir sin la esperanza de ayuda.
Aprendiendo que solo te puedes ayudar a ti mismo. Sabiendo que
al final la decisión solo la puedes tomar tú, en soledad y dependiendo lo que
decidas así será tu vida. Esta es la realidad, esta es la verdad. Esta es la
verdadera libertad.